En los inicios del siglo XX, el
escenario social no era muy distinto al
escenario periodístico. La Cuestión Social y la lucha de clases irrumpe no sólo en las calles y lugares de trabajo
a lo largo de nuestro país, sino que también se plasma
con tinta en los periódicos de la élite y en los boletines de la clase asalariada.
La irrupción de la empresa periodística, amparada en el sistema de impresión de vanguardia traída por el Sr. Edwars McClure desde el siempre amigo de la élite chilena País del Norte y sostenida por la publicidad y el capital de sus directivos aristocráticos, es el fiel reflejo del sistema capitalista opresor. Imponente y efectiva se alza por sobre los sostenedores de la llamada Prensa Obrera; los mismos trabajadores, que otorgan parte de su escaso capital como medida de financiamiento. Poseedores de arcaicos métodos de impresión y con fe ciega en sus pedagogos, personajes instruidos como Recabarren y Escobar y Carvallo, que a diferencia de ellos tuvieron la suerte de no ser analfabetos y así poder cumplir una labor pedagógica, de instrucción política y generadora de conciencia de clase. Arma que les permite alzarse contra el sistema que los transformaba en mera mano de obra sin valor alguno, intercambiable como cualquier producto comercial.
La Prensa Obrera, al contrario de la que hemos denominado Prensa Elitista, sí podía entregarse gratuitamente o por un aporte voluntario, ya lo señalaba Luis Emilio Recabarren en uno de sus escritos en “El Proletario”, el 3 de diciembre de 1904: “Trabajadores, proletarios: bastará que cada uno de vosotros dedique 20 centavos semanales para que vuestros dos periódicos tengan mayor campo donde servir vuestros propios intereses.”. Otro ejemplo de cómo se financiaba este tipo de prensa es la de corte anarquista que no poseía publicidad alguna y su entrega era habitualmente gratuita. Estos ejemplos demuestran claramente que el objetivo de la Prensa Obrera no era ser una institución lucrativa, sino ser la “voz de los sin voz” lo que la llevaría a transformarse con el paso de los años en un arma efectiva de lucha, informando los actos represivos y abusivos por parte del gobierno de turno.
Arias Escobedo lo menciona en su libro sobre la Prensa Obrera: “En los periódicos obreros predominan los artículos de análisis, comentarios y narraciones de movimientos sociales y hechos de actualidad; orientaciones doctrinarias, polémicas, denuncias y defensas de organizaciones de trabajadores”
Así podemos conformar el escenario político-social no muy lejano a nuestra sociedad actual: La existencia de tres principales clases; la oligárquica, compuesta por la élite, la naciente clase media, compuesta principalmente por comerciantes y la clase proletaria, compuesta por obreros. Este escenario se traslada al espacio “periodístico”(no podemos hablar de periodismo como tal, porque en la época se asocia más a un oficio que a una profesión) con la existencia de periódicos que vinculados a una prensa de trinchera, de corte Socialista-Marxista, Anarquista y Demócrata (representantes de la clase media) versus una prensa más oficialista y liberal representante de los intereses del gobierno de turno y sus aliados, poseedores de un proyecto político similar; la liberación de los recursos y el progreso material por sobre el bien común.
“La guerra de palabras”, como hemos denominado al enfrentamiento de la Prensa Elitista versus la Prensa Obrera no constituía una gran amenaza al comienzo, pero tomó fuerza con los años, el tiraje aumentó, de ser casi mensual pasó a ser semanal, los periódicos editados pasaron de no más de 2 a cerca de 13 en la época de los 20, dando muestra a la autoridad que en vez de flaquear en la lucha, los trabajadores tomaban más fuerza. Las huelgas eran pan de cada día, el descontento se hacia cada vez más patente y las voces de los obreros retumbaban en cada rincón de las ciudades. Importante es señalar que una de las primeras organizaciones en alzar la voz e irse a huelga fue el gremio de los Tipógrafos en 1902, al cual Recabarren pertenecía.
La revolución había comenzado, y los trabajadores no estimarían en esfuerzos ni en métodos para lograr sus objetivos.
La prensa, en ese entonces y para esa clase ejerció un valor que se le atribuía en sus comienzos por la época de la Ilustración, ser un lazo comunicacional entre esos nuevos ciudadanos que venidos desde el campo para una mejora de condiciones se ven desposeídos, desnudos frente a un mundo que ya no los ve como súbditos de un señor feudal, sino que los ve como un instrumento de generación de dinero, como una masa ignorante y deforme. La prensa obrera, llena ese vacío ante la indolencia de sus dirigentes y de sus políticas de gobierno que lejos de crear un clima de mejoras sólo contribuyen al empobrecimiento material y espiritual, al desamparo sumergiéndolos en los vicios y producto de esto, arrojándolos a la destrucción de sus vidas como personas con integridad y derechos al igual que cualquier ciudadano.
En las palabras de uno de sus representantes, “la Prensa Obrera, tiene por misión sagrada, contribuir a la ilustración y difundir la cultura en las costumbres de los pueblos.”